jueves, 19 de junio de 2014

A modo de bienvenida


Como todos sabrán, para los argentinos -especialmente, para los porteños- no hay nada ni nadie más grande que Carlos Gardel. El inigualable Zorzal Criollo, nacido como Charles Romuald Gardes, era hijo natural de Berthe Gardes. La joven era una humilde planchadora de 25 años nacida, al igual que su hijo, en Toulouse, Francia.

Cuando el pequeño cumplió dos años su madre se embarcó hacia Buenos Aires con la idea de escapar del oprobio que significaba -en la Francia de aquellas épocas- el haber tenido un amante. Por si esto fuera poco, la terca muchacha se había empeñado en conservar la prueba del delito: su hijo Charles. 

Carlos Gardel y su guitarra
Berthe sabía muy bien que en Buenos Aires la esperaba una vida diferente; llegó a la ciudad con algunas mínimas variaciones en su biografía: 

“Número de orden 121: Berthe Gardes, francesa, viuda, 27 años, planchadora, católica, pasaporte N° 94. Número de orden 122: Charles Gardes, francés, de dos años”.

En poco tiempo, la resuelta Berthe se transformó en Berta; y ahí nomás, en un instante, Charles se convirtió en Carlitos.  Y Carlitos Gardes, como es de suponerse, en aquel cantor robusto y de sonrisa inconfundible, única: el maravilloso Carlos Gardel.

La voz prodigiosa de Gardel, su carisma inigualable, su pinta de varón porteño encarna  no solo el espíritu del tango sino casi todo lo máximo a lo que una persona puede aspirar. En cuanto a su talento, no hubo, no hay y no habrá otro. 


Escuchemos… ¡Y prestemos atención a la letra de este tangazo!




Yira... yira

 Letra y música de Enrique Santos Discépolo


Cuando la suerte, que es grela,
fayando y fayando te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar,
la indiferencia del mundo,
que es sordo y es mudo,
recién sentirás.

Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa,
yira... yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres que vos apretás
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao;
cuando te dejen tirao,
después de cinchar,
lo mismo que a mí;
cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa que vas a dejar
te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar.   


Redondeando… Algunos pocos puntos:


  • Para los argentinos, no hay nada más grande que Carlitos Gardel. 

  • La música es, sin dudas,  una de las más grandes maravillas de la creación humana. 

  • En lo que a mí respecta, escribir es uno de los más grandes placeres que puedo regalarme.


Y después de haber creado un blog para escribir nada más y nada menos que sobre la música, puedo asegurarles que, como decimos nosotros, me siento casi como…


 ¡Como Gardel con guitarra eléctrica!



2 comentarios:

  1. "Aunque te quiebre la vida,
    aunque te muerda un dolor,
    no esperes nunca una ayuda,
    ni una mano, ni un favor"

    Gardel siempre me suena dulcemente triste o alegremente amargo, melancólico y sentimental.
    No te deja indiferente.
    Mucha suerte con tu Blog, Verónica.

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